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El Desafío de la Co-Enseñanza en Chile: La Brecha entre el Modelo y la Práctica en las Aulas

La Ley de Inclusión Escolar (Ley N° 20.845) estableció un marco legal para que todos los estudiantes, independiente de sus capacidades, aprendan juntos. El Decreto 83, por su parte, exige la diversificación de la enseñanza. En el corazón de esta política se encuentra un modelo clave: la co-enseñanza, donde el profesor de aula regular y el especialista (educador diferencial, fonoaudiólogo, etc.) trabajan de manera colaborativa. Sin embargo, la implementación de este modelo en Chile enfrenta obstáculos estructurales que dificultan su efectividad.

Investigaciones nacionales evidencian esta brecha. Un estudio del Centro de Investigación para la Educación Inclusiva de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso señalaba que uno de los principales desafíos es la falta de tiempos institucionales pagados para la planificación conjunta. Los profesores reportan que la coordinación ocurre en recreos o después de la jornada laboral, sin remuneración, lo que limita la calidad de la planificación. Además, un informe del Centro de Estudios del Ministerio de Educación ha destacado que existe una resistencia cultural al trabajo colaborativo, perpetuando un modelo donde el especialista solo «saca» al estudiante de la sala o actúa como un asistente, en lugar de ser un co-docente en igualdad de condiciones.

La formación inicial también es un punto crítico. Un análisis de la Universidad de Chile sobre las mallas curriculares de pedagogía general básica revela que, si bien ha aumentado la oferta de cursos sobre diversidad, estos suelen ser teóricos y no entregan herramientas prácticas para la co-docencia. Esto deja a los nuevos profesores sin las competencias necesarias para liderar un aula compartida.

Para fortalecer este vínculo, expertos del Programa de Educación Continua para el Magisterio de la misma universidad proponen crear planes de mejora con horas institucionales protegidas para la co-planificación, mentorías entre pares y desarrollo profesional continuo centrado en estrategias colaborativas. Solo cuando la co-enseñanza deje de ser una responsabilidad adicional y se convierta en una práctica estructuralmente apoyada, la inclusión será una realidad pedagógica y no solo un mandato legal.

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